viernes, 25 de julio de 2014

Mediterráneo



En Medio de la Tierra. Así se denomina desde tiempos inmemoriales a lo que se ha considerado como un mar.

            Pero no siempre ha sido así. La denominación de Mare Nostrum fue común durante años a la parte de agua comprendida entre Italia, Cerdeña, Sicilia y Córcega. Evidentemente esa fue la denominación que el pueblo romano le dió a lo que siempre había sido un compendio de mares, entre los que se encontraban el Tirreno, Adriático, Jónico, Egeo...

            Y el Mare Nostrum fue aumentando conforme aumentaban las conquistas de Roma, hasta que se convirtió en lo que hoy conocemos como tal.

            Pero, a pesar de ese criterio de unificación -más bien de dominación- por parte de los conquistadores romanos, el Mediterráneo era un lugar en el que se encontraban toda una serie de razas, de costumbres... de colores.

            El constante enfrentamiento de las costumbres entre la tierra y el mar, dió lugar a dos tipos de pueblo -casi podríamos decir razas- diferenciados: los pueblos de tierra y los pueblos de mar, o lo que es lo mismo, las epirocracias y las talasocracias.

            Los estados epirocráticos, amparados por la orografía, estaban resguardados del resto de los pueblos, y no sólo durante las épocas de conquista, sino también de las influencias de los contactos que se hacían frecuentemente con otros pueblos y con sus costumbres, contactos que se llevaban a cabo a través de la navegación.

            Y allí es donde nos encontramos con los estados talasocráticos. Los pueblos cuya riqueza provenía precisamente de su conocimiento de otros pueblos, de su comercio, de sus guerras, de su agricultura.

            Pero ese conocimento de la agricultura, que tanto hizo florecer los cultivos del Litoral Mediterráneo, no se consiguió de un día para otro. Un conocimiento extenso de la Tierra no se consigue en poco tiempo. Se necesitan muchos años de unión con la Naturaleza para llegar a ello..., o bien se puede usar lo que otros pueblos doctos en el tema saben. Y parece ser que en este caso lo sucedido se acerca más a lo segundo. Echemos un vistazo a las “cosas que deben ser leídas”.

            Cuenta la leyenda que Herakles fue el encargado de robar las manzanas del Jardín de las Hespérides, de las Hijas de Poniente.

            Las Hespérides eran tres hermanas, hijas del dios Atlas, y tenían unas características bastante curiosas. Para empezar su tesoro lo guardaban en un jardín, y se trataba de unas extrañas manzanas, unas manzanas de oro. Evidentemente  tan atractiva posesión estaba defendida por alguien  del tamaño que el asunto merecía. El Gigante Anteo, el Hijo de la Tierra, el que se interpuso entre Herakles y las Hespérides y que fue vencido usando la ingeniosa táctica de levantarlo en vilo para que no tocara la tierra, pues el ser ésta su madre, le renovaba las fuerzas.

            Cuando Herakles llegó al Jardín de las Hespérides se encontró con que éstas eran cada una de un color. Hesperia era roja, Eglé era blanca y Aretusa era negra. Evidentemente eso al héroe pre-griego le importó bien poco, él viajó hasta allí en busca de las manzanas.

            Pero un trabajo anterior de Herakles fue también un robo, el robo de los bueyes de Gerión -por cierto, otro gigante-.

            Si nos detenemos un poco, quizá no sea aventurado ver ahí un intento del pueblo pre-griego de conseguir algo que tenía que ver con el pastoreo y la ganadería. Dato que toma más fuerza con el relato de las Hespérides.

            Volviendo a éstas, la manzana siempre se ha tomado como elemento de sabiduría, elemento que además proporcionaba riqueza -eran de oro-, y que era compartido por tres hermanas de un color cada una. ¿Quizás estamos ante un secreto que se componía de lo que al respecto podían aportar las tres grandes razas -negra, roja y blanca-?, ¿o también de un secreto de iniciación? -los tres colores son el símbolo de los pasos que conducen a la consecución de la Gran Obra Alquímica-. ¿Quizás hay un poco de los dos?

            Pero lo importante es que Herakles llevó las manzanas a su tierra, y a partir de eso pudo florecer la cultura griega, ya que gracias a su anterior misión con Gerión, ya conocían la ganadería.

            Y floreció en el Mediterráneo. Con un pueblo que tuvo que aprender a navegar (Herakles fue por tierra), y que merced a ello volvió a encontrarse con los descendientes de las Hespérides. Los griegos eran blancos, arios; los cartagineses eran rojos, semitas; y el comercio con África les hizo reunir a la tercera raza, la negra.

            Ahora nos encontramos con que la mitología nos conduce a un encuentro entre las tres razas.

            Pero hay quien interpreta los colores de forma diferente.

            Una vieja máxima nos dice que el niño aprende de la sangre y de la leche. Quizá tenga menos misterio de lo que parece. Ahora podemos entender algo que a los antiguos les costaba más trabajo. El niño aprende de la sangre ¿cuántas veces usamos palabras semejantes para aludir a una conducta adquirida o innata, transmitida de generación en generación por vía sanguínea, por la herencia, por los genes... Ese es el color rojo. La leche sería lo que el niño recibe de la madre, es decir, la educación, la conducta aprendida, “lo que enseñan los libros”. Ese es el blanco. Y ahora nos topamos con lo más escondido de todo -lógico-. El negro siempre se ha usado como símbolo de algo escondido, de algo oculto, y si antes se ha estado hablando en metáfora ¿puede ser que el color negro que se “oculta” en la frase nos conduzca a una educación efectivamente oculta, a un conocimiento reservado sólo para unos pocos, a una iniciación? Pero a una iniciación ¿de qué?

            Los mismos tres colores, ya lo hemos dicho, son un símbolo alquímico, un símbolo del manejo de los elementos, y si recordamos que a los celtas , grandes conservadores de secretos antiguos, se les atribuye la “creación” de diversos cereales, así como de las propias manzanas, puede que hallemos la respuesta. Tres razas guardaban, en manos de los educados bajo el conocimiento preciso y no conocido por todos, el secreto de la agricultura, de los injertos, de la solución al hambre y por lo tanto del comienzo del comercio, y fue precisamente en ese Mediterráneo, en ese foco de razas, culturas y enigmas donde se fraguó todo.

            Puede que eso sea lo que al Mare Nostrum nos quiere transmitir... o puede que no.

¿De qué religión es Dios?



¿Existe algo esencial detrás de cada religión que acerque al hombre a su máxima 
potencialidad de destino y a la felicidad? ¿Son necesarias las religiones para llegar a ello 
o existen otros caminos?

     Y seguimos buscando la respuesta.

     Desde épocas inmemoriales las gentes han creado a su imagen y semejanza un 
ídolo, un hermano mayor, una excusa, un responsable...

     Cuando la humanidad tenía miedo, Dios era el protector, Dios era ese omnipotente 
ser que ayudaría a los descarriados, que ampararía a los desvalidos... Cuando la 
humanidad era guerrera cambiaba los atributos de Dios, y Éste se convertía en un extraño 
guerrero celestial que limpiaría el mundo de infieles... Cuando la humanidad era salvaje 
Dios era ese gran vengador que ordenaba pagar ojo por ojo y que no puede permitir que 
se quede sin responder una afrenta... Cuando la humanidad es tecnológica Dios se 
encuentra en la máquina y toda la vida se resume en circular a su alrededor...

     Y de vez en cuando nos preguntamos si Dios pertenecerá a alguna religión... más que a 
otra...

     Y seguimos buscando la respuesta.

     Y lo disfrazamos con nuestras ropas y le ponemos nuestro nombre, porque quien 
tiene el nombre tiene la esencia, porque quien es capaz de nombrar algo es capaz de 
hacerlo latir dentro de sí mismo... y así encontramos a Dios cerca, a un Dios cercano 
que además tiene un nombre que nos resulta familiar.

     Y miramos a nuestro alrededor. Y vemos que allí donde miremos hay un Dios con la 
forma de una persona. Y vemos que cada Dios es diferente, que en cada uno tiene un 
nombre... unas ropas... un color... ¿de qué color es la piel de Dios?

     Y a la vez sentimos que está dentro de nuestro corazón ¿será el mismo Dios el que 
late en mí que el que late en tí? No, no puede ser. Es diferente. O ¿quizá es sólo una ilusión? 
¿Será "mi" Dios el verdadero? ¿Se acerca más mi corazón a Él o Él a mi corazón?

     Pero mi corazón no siente al mismo Dios que siente el tuyo. Mi Religión no es la tuya. 
¿Cuál está mas cerca de Él? ¿De cuál está Él más cerca?

     Tenemos que buscar una respuesta.

     Y ¿quién es Dios? ¿Tiene que acercarse Él a mí o yo a Él? ¿Tengo que pedirle o 
tengo que ofrecerle? ¿Tengo que ofrecerle o tengo que ofrecerme? ¿Y si estoy 
equivocado y, después de todo Dios no es de mi religión? ¿Y si... Dios no es de ninguna?

     Y ante tanta incógnita preferimos no hacernos más preguntas. Quizá sea mejor apartar 
a Dios de nuestra vida... bueno... no apartarlo, pero... ya será lo que sea. Mejor quizá es 
centrarnos en cosas más tangibles, menos metafísicas... menos religiosas.

     Sí, puede que sea mejor volver a pensar en nuestro trabajo. Al fin y al cabo nadie 
come por pensar en Dios. Dios no alimenta... al menos ... el estómago.

     Pero no es tarea fácil. ¡Cuánto se trabaja por no trabajar! No resulta un camino 
llevadero pretender apartar a Dios de la vida cotidiana. A pesar de que 
pretendamos no plantearnos si dentro de los corazones de toda esa gente a la que 
vemos está o no está Dios, su no-búsqueda nos lleva de nuevo a caminos pedregosos.

     En nuestro alrededor el verdadero dios es el dinero, el poder. A dios no le gustan los 
débiles; hay que tener poder... para tener poder... hay que tener dinero...

     ... y ¿para qué queremos el poder? ¿Para qué queremos el dinero? Bueno, quizá creemos 
que, si bien ninguno de los dos nos va a dar la felicidad, al menos son unos buenos calmantes 
para los nervios... pero no la dan.

     Es más, a veces -¿la mayoría?- sólo sirven para recordarnos que nuestros nervios siguen ahí.

     ¿Estaremos haciendo algo mal?

     Hay que buscar una respuesta.

     Y volvemos a mirar a nuestro alrededor... bueno, a lo mejor lo hacemos de reojo... pero 
miramos a nuestro alrededor. Y volvemos a vislumbrar que en esos corazones hay algo... algo 
que no nos atrevemos a mirar...

     Hay un intento de búsqueda de la felicidad. La vida es una constante búsqueda de la 
felicidad, y la mayor parte de las veces perdemos la felicidad buscando el camino por el 
que se llega a la felicidad.

     Y si... después de todo... al intentar huir de ese Dios incognoscible y de esa religión 
insegura, nos hemos trasladado a un mundo en el que hemos deificado lo que podemos tocar. 
¿Es que estamos intentando acercar a Dios a nosotros?

     Hemos tratado al dinero y al poder como si fueran el verdadero Dios. Hemos 
substituido nuestras creencias en el Dios del corazón de la gente por un dios social, por 
un dios legal...hemos cambiado los dogmas por las leyes... hemos cambiado la creencia 
en la religión por la religión de la sociedad...  Hemos rendido culto divino a algo que nos 
hemos inventado nosotros por no rendir culto divino a Algo que nos ha inventado a nosotros.

     Dios mío ¡volvemos a empezar! ¿volvemos a empezar? ¿no nos hemos encontrado 
con que algo dentro de nosotros no nos permite engañarnos a nosotros mismos? ¿Qué 
será ese algo? No puede ser Dios. ¿No puede ser Dios? ¿Está dentro de mí o yo dentro
de Él? Si es Uno... ¿por qué no es el Dios que yo veo como el Dios que tú ves?...

     Y así seguimos intentando ver un árbol a través de unos pequeños agujeros en el denso 
muro. Y quien mira desde el más bajo de todos y ve las raíces que sobresalen de la tierra 
dice "Vaya, es un nido de serpientes". Y quien mira desde el agujero de la mitad del muro 
dice "No, por lo que yo puedo ver, es una columna". Y es quien mira desde el agujero 
más alto quien asevera "Sois unos ignorantes, yo, que tengo el mejor puesto de observación, 
os puedo asegurar que en realidad es un verde bosque de pequeñas hojas que se une con el 
cielo".

     Y Dios, que es quien ha creado el árbol y quien ha puesto el muro en el medio, mientras 
espera con paciencia que veamos el error... condescendientemente sonríe.

     Y seguimos buscando la respuesta.

lunes, 14 de julio de 2014

La verdadera y desordenada historia de España. Capítulo 1: La reunión de Hendaya.




15:20 del 23 de Octubre de 1940. El tren “Erika” , procedente de París, hace su entrada en la estación de la localidad Francesa de Hendaya.  Von Ribbentrop y Hitler bajan del tren.


- Mira que te lo dije Von, que el enano este es un tardón de cojones.

- Lo siento muchísimo Mein Führer, una vez más usted tenía razón. De todas formas, y si me lo permite, estimo conveniente que no debe dirigirse al general haciendo referencia a su estatura, podría molestarse.

- Si es canijo es canijo. Que lo supere que ya es mayorcito.

- Sí Mein Führer, pero él podría contraatacar con el mismo argumento y entonces…

- ¡¿Cómo?!,… tu nunca has visto una cámara de gas por dentro ¿verdad?.

- Perdón Mein Führer, no quería decir eso…

- Ya, ya… anda, déjate de impertinencias y tráeme unos conguitos, que tengo un antojo. No te puedes imaginar lo que me aburre la espera. ¿Sabes si hay algo por aquí a lo que poder disparar para distraerme?

- Lo lamento su excelencia, estamos muy cerca de España y a los judíos ya los expulsaron hace tiempo. Quizá pudiera conseguir algunos gitanos…

- …Ummm, no, no es lo mismo. Anda, tráeme esos conguitos mientras aparece el tuercebotas este.




Mientras tanto, en el tren que conduce a Franco hasta Francia, Ramón Serrano Súñe y el generalísimo ultiman sus planes:


-          Y cuando él le solicite su adhesión al eje…

-          ¡¡Le pido que nos devuelva Gibraltar!!.

-          Noooo, mi general, no. Por enésima vez. Lo que el ”Fuller” le va a pedir es su permiso para invadir Gibraltar.

-          AAAhh, ya… ¿y por qué?, si nosotros no le hemos hecho nada.

-          Claro excelencia, pero al ser colonia Británica le conviene invadir… y no lo olvide, usted ha de negarse.

-          ¡Ya lo sé, hombre!, ¿me has tomado por tonto?, … entonces ¿nos unimos al eje o no?

-          No mi general, los americanos acabarán por intervenir y nosotros tenemos que estar al margen cuando Alemania sea derrotada.

-          ¿y qué le digo?¿me niego?

-          Eso quedaría mal, mejor no hagamos enfadar al Adolfillo. Dígale por ejemplo que a cambio queremos Marruecos.

-          ¿Y si me lo concede?

-          No lo hará, el Gobierno de Vichy no se lo permitiría.

-          Clarooooo… joder Ramón, que listillo. Eres feo de cojones, pero inteligencia no te falta.

-          …Essstooo….gracias, mi general.

-          Estamos a punto de llegar y me está entrando hambre… ¿no tendrás por ahí unos conguitos?...




15.28. El tren de Franco llega a Francia. Unos minutos después, Hitler y Franco conversan alegremente en el vagón restaurante.

- … Y le digo: ¡que va hombre!, no tengas miedo, si es una sala para que te laves…

- Ja, ja, ja… Cómo eres Adolfo, yo hice algo parecido con unos rojillos que…

- Si, si, si… muy interesante. Bueno, a lo que íbamos. Te he traído el documento de adhesión y para que veas como cuido a mis aliados…Chan ta ta chan… ¡ un bolígrafo de ocho colores de regalo!.. Ale, ya puedes  firmar.

- Guauuu, me encanta. Hay que ver como sois los alemanes, siempre punteros en lo que a tecnología se refiere.

- Sí, sí, pero firma aquí, donde pone Gilipoll… digo General .

- Es que…

- (Tratando de vencer su resistencia Hitler le coge la mano) ¿Ocurre algo mi querido Paco?

- Sí…verás, yo… bueno, mis asesores…en fin, quería pedirte algo.

- (Hitler se pone serio y suelta la mano de Franco) Pues tú dirás.

- Es que…. ¡Quiero Marruecos!...hala, ya lo he dicho.

- ¿Marruecos?, ¿pero si eso está lleno de moros y hace un calor que te mueres?. .. Mira, mejor vamos a hacer una cosa, te doy Andorra que se está fresquito y de paso te montas un paraíso fiscal para ti solo… ¿qué te parece?.

- Chachiiiii, verás cuando se lo cuente a Ramón… menudo soy yo negociando.

- Bueno, y ahora firma aquí.

- O.k mi “fuller”… pero antes me voy a comer este conguito que queda aquí.

- Noooo, es el últimoooooo, no lo toqueeeeeeeess…

Pero antes de que Hitler pudiera impedirlo, el suculento aperitivo de chocolate entró de lleno en la ensalivada boca del generalísimo.

Cuenta la historia que el dictador Alemán salió tarifando de allí, sin acuerdo y con un cabreo de tres pares de narices.  Al parecer el Gobierno Alemán y el Español decidieron acordar una historia distinta a la ocurrida para contar a sus ciudadanos. 
Pero pueden creerme, lo narrado aquí tiene tanta validez como los textos “históricos” de Pío Moa y César Vidal juntos.