Hace poco estaba hablando con una amiga actriz, cantante y
bailarina, sobre la estructura de la música y las canciones. Le decía que su
estructura me recordaba al propio ser humano.
Nosotros tenemos una parte más visceral, una parte de
nuestra anatomía en la que se llevan a cabo los procesos más primarios para la
vida: la zona abdominal. En cierto modo se podría decir que es la base del
resto de procesos del organismo. Si no hay una buena base visceral el resto de
funciones se ven alteradas. Sin una buena alimentación y una buena digestión,
el combustible que utiliza el cuerpo no es el adecuado y se resiente todo el
funcionamiento. De la misma manera, un buen proceso digestivo es el responsable
de que dicho combustible esté más o menos cargado de toxinas, y si éstas llegan
al cerebro los procesos mentales no se pueden llevar a cabo con la fluidez
necesaria.
Algo similar ocurre con los procesos sexuales. El instinto
sexual cuando no está debidamente equilibrado puede alterar tanto el
pensamiento como las emociones. Y lo mismo podríamos decir de nuestra unión con
la tierra; todos sabemos que una territorialidad desequilibrada nos puede
llevar incluso a guerras.
De esta manera, comentábamos que en una canción también hay
una parte principal que se puede tomar como la base, que serían los tonos bajos,
lo que en la música actual llevaría a efecto el bajo eléctrico y en la clásica
los violonchelos y contrabajos. Sería en cierto modo como los cimientos en los
que se sustenta el edificio musical. Una parte más continua, que se repite con
un ritmo determinado pero que va dando una balsa de variedad al tema musical.
No tenemos más que poner una música con un poco de volumen y comprobar que esta
parte nos “retumba” principalmente en el abdomen.
Luego estaría el acompañamiento y los coros. En este caso
nos encontramos con una parte mucho más volátil. Se me antojaba que este
segundo nivel está más relacionado con el tórax, con la zona pulmonar. Mucho
más asociado al aire, menos “denso” y con tonos más altos que la base anterior,
que serían tonos más bajos, más graves. También tendría repeticiones, pero
serían mucho menos “cuadriculadas” que las de los bajos.
Y eso daría la pauta perfecta para la melodía principal, que
si bien dependiendo de la voz del cantante, puede ser en tonos más o menos
graves, en realidad siempre es la parte “más alta” de la canción. En este caso
no tiene necesariamente que existir la repetición que se da en los casos
anteriores, siendo además la parte que lleva la idea o la sensación principal. Sería
más “mental”, lo podríamos relacionar con la zona de la cabeza, del cuello y si
el autor es capaz de ello, puede llegar a despertarnos sensaciones que van más
arriba de la propia cabeza.
Todo ello estaría regido por el ritmo de la canción, que en
la música actual lo lleva la batería, pero que puede estar implícito en el
tema. No es alto ni bajo, grave ni agudo… es algo general que si se desfasa
acaba con todo el tema musical por completo. Es una cadencia que debe estar en
todas y cada una de las partes de la canción. Quizá lo principal es el ritmo.
Comentábamos que nos resultaba curiosa la relación con lo
que antiguas culturas asociaban a cada uno de los planos de consciencia. Los
tonos bajos serían el plano de tierra, el acompañamiento musical sería el de
aire y la melodía el de espacio. Dichos planos estaban también asociados a las
partes del cuerpo anteriormente dichas y con funciones perfectamente asociables
al propósito de cada “plano” de la canción.
De hecho, si nos ponemos de pie con un poco de tranquilidad
y cantamos un tono grave, seremos capaces de notar que éste, a pesar de estar
producido lógicamente, por la garganta, tiene una especial vibración en la zona
abdominal. Al dar tonos medios, con los que se suele hacer el acompañamiento,
la vibración la notaríamos más en la caja torácica, y la melodía casi no la
notaríamos, pero si algo sentimos que “vibra” con ella, es la zona de cuello
hacia arriba.
Más aún, encontramos información que asociaba el sonido de
las vocales a lo que algunas filosofías y religiones orientales llaman chackras y también hicimos el
experimento. Con un poco de tiempo, de tranquilidad y un mínimo de
sensibilidad, comprobamos que efectivamente, cada vocal “resuena” en una parte
del cuerpo distinta asociada a esos centros de comunicación entre planos.
Y evidentemente llega la pregunta de si es el ser humano
quien ha elaborado un sistema de comunicación con él mismo y con su entorno
como es la música, en base a su propia estructura, o si esos ritmos están en la
propia naturaleza y nosotros los reflejamos de manera inconsciente siguiendo su
dictado. No está muy claro si el hombre hace la música o la música hace al
hombre.
En fin, que no creáis ni dejéis de creer lo que he expuesto.
Pensadlo, sentidlo y experimentadlo. Quizá un tema musical bien elaborado tiene
una estructura muy similar al cuerpo humano y por eso no podemos concebir el
mundo sin la música, cada uno con sus gustos, con sus ritmos, con sus
cadencias, con sus melodías… quizá somos instrumentos musicales llevando a cabo
entre todos una inmensa sinfonía, y si alguien desafina, la sinfonía no suena
bien.
Quizá sería interesante saber cuál es el tema musical que
estamos tocando.
Y con respecto a quién lo ha escrito… bueno, eso ya es otro
cantar.