En estos días hemos escuchado a una ingente cantidad de políticos
hacer la pelota a millones de potenciales votantes repitiendo la frase de que
el pueblo es sabio y el pueblo es soberano (no sé, igual tiene que ver con que
estamos en época de elecciones). El caso es que abogan una y otra vez por la
sabiduría popular en el momento de introducir la papeleta en las urnas si bien
se les cruza un poco esa idea cuando hablan de cierto partido. En caso de votar
a esos interfectos la sabiduría pasaría a ser todo lo contrario, ya que si les
votamos podemos atraer la ira de dioses olvidados (uy, perdón, he dicho “podemos”).
Bueno, apartando un poco el tema de la política (lo cual es
complicado, ya que mi calle estaba llena de agujeros y ahora la están
asfaltando), ha habido un par de situaciones que me han hecho replantearme por
enésima vez ese concepto de “sabiduría popular”. Y digo apartando el tema de la
política porque si me centro en ella desaparece por completo la posibilidad de
planteamiento.
El caso es que en los próximos días se estrena en los cines
españoles la película “Cincuenta Sombras de Grey” y miles de personas están
deseando que se proyecte para ir a verla. Quien no haya leído el libro está
poco menos que condenado al ostracismo social. En el metro madrileño (cuna de
cultura lectora según algunos porque siempre hay mucha gente leyendo) ha sido
complicado no toparse un mismo día con
varias personas devorando el susodicho libro con inusitada avidez.
Por otro lado, y volviendo al cine, hace unos pocos días
también se estrenaba otra película. Ésta tiene por título “Descifrando el
Enigma” (The Imitaron Game en el original). Sería inútil decir que la primera
tiene mucha más publicidad que ésta última. De hecho, cuando a alguien se le
pregunta de qué va una y de qué va la otra, lo habitual en este sabio pueblo
que nos rodea es que te pregunten de qué va la del enigma ese.
Claro, uno se queda cavilando cómo enfrentar esa situación y
piensa “pues simplemente de la vida de un señor que entre otras cosas ha
logrado que tú no estés hablando alemán bajo una bandera con la cruz gamada y
de que estés leyendo esto en un ordenador y no en la columna de artículos de
difícil clasificación en la sección correspondiente de tu biblioteca de barrio
(también bajo una cruz gamada, dicho sea de paso).
Y claro, el planteamiento es inmediato ¿el pueblo de verdad
es sabio?
Muchos, llegado este punto, alzarán la voz exclamando que la
manipulación mediática y política es tan grande que se nos meten por los ojos
ciertas películas, libros o noticias. Cierto es, pero ¿es que acaso no tenemos
capacidad de investigación o un mínimo atisbo de afán de aventurarnos a buscar
otra cosa? A veces, la verdad es que me parece que hay personas que mastican
porque no encuentran a nadie que lo pueda hacer por ellos.
Pues lo siento, pero no puedo considerar sabio a un pueblo
que se deja manipular con tal facilidad que teniendo frente a él dos o más
opciones, elige la más cómoda (además, desgraciadamente, la de la mayoría).
Y no sólo me refiero al ámbito político, me refiero al ámbito
de la vida en general.
No podemos (uy, he vuelto a decir la palabra maldita)
pretender que los poderes fácticos estimulen nuestra educación y cultura, pero
quizá sí podemos (y dale) poner nuestro granito de arena… en alguna que otra
rueda de algún que otro engranaje.
En fin, a pesar de las iras de algunos que al leer esto piensen
que considero que el pueblo es normalmente más tonto de lo que es capaz de
aceptar (lo cual es verdad, lo pienso) y que voy a votar al partido ese cuyo
nombre he querido olvidar (lo cual es mentira, no los voy a votar, pero me venía
muy bien el ejemplo), seguiré pensando que somos y seremos tontos en la medida
en que lo permitamos, que tenemos opciones de dejar de serlo pero nos puede
nuestra comodidad, que no nos van a ayudar a dejar de serlo e incluso nos van a
poner trabas si nos ponemos a ello… en fin… que tal vez deberíamos a empezar a
vivir la vida como guionistas en vez de cómo lectores (¡qué bien hilado me ha
quedado esto con el tema del artículo!).
Ah, y si alguien duda de lo dicho no tiene más que hacer una
prueba. Se acerca a alguien en la calle o en el metro y le pregunta ¿cómo se
llama el protagonista de “Cincuenta Sombras de Grey”? y ¿cómo se llama el de “Descifrando
el Enigma”?
Y que saque sus propias conclusiones.
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