sábado, 1 de noviembre de 2014

LOS MALOS DURAN MUCHO



A veces, cuando nos da por echar un vistazo a la historia más o menos reciente, comprobamos no sin cierto desazón, que muchos de los grandes personajes que no han hecho sino fastidiar a todo y a todos los que les rodeaban, viven muchos años.

“Estos indeseables mira que duran años” suele ser una de las frases típicas que solemos exclamar. “En cambio la buena gente parece que se va antes” suele ser la que añadimos con cierta tristeza. Y la tristeza no es sólo porque de verdad pensemos eso, sino porque tenemos una curiosa tendencia a creernos todos buena gente y consecuentemente, tenemos miedo de durar poco.

Lo cierto es que muchos de los que dicen estas frases harían exactamente lo mismo que aquéllos a los que critican si tuvieran las oportunidades. A veces me  da la sensación de que hay incluso cierta dosis de admiración porque han hecho lo que les ha dado la gana y además han tenido mucho tiempo para ello.

En realidad, se me antoja que muchos querrían ser como ellos, pero su vergüenza no les permite admitirlo en público (otra cosa son sus tendencias habituales, muchas veces bastante significativas al respecto).

Cuando se entabla este tipo de conversación con alguien, surgen varias tendencias. Quizá la primera es la de sentimiento de injusticia. ¿Por qué los malos duran tantos años para que les de tiempo a fastidiar mucho y a los buenos no se “nos” suele dar tanto? ¡con todo lo que hay que equilibrar!

Otra, quizá más mística, nos podría conducir a que esos años son un tiempo que la Naturaleza (o Dios para el creyente o el destino para otros) le brinda a la persona para ver si consigue enderezar su camino en esta vida. A la vista está que normalmente no funciona muy bien si se trata de una táctica divina, pero bueno, siempre podemos añadir la creencia de que Sus razones tendrá y que Sus caminos son inescrutables con renglones torcidos o algo así.

Pero personalmente, la sensación que se me queda es la de esa envidia soterrada. Nos pasamos la vida con obligaciones sin poder hacer lo que nos da la gana y en cambio, los que hacen lo que quieren sin normas y sin ética, además duran mucho para poder disfrutarlo. Es decir, el que no es ladrón es porque no ha tenido la oportunidad.

Tampoco creo que sea así en todos los casos. Hay –afortunadamente–  muchas personas que no roban ni hacen la vida imposible al de al lado incluso teniendo posibilidades. Cierto, es toda una vida luchando contra una tentación social, pero por lo general se ahorran bastante en pastillas para dormir.

Y entonces ¿qué es lo que queda de todo esto?

Para empezar diría que tenemos un concepto bastante equivocado de lo que es la libertad, el libre albedrío ese, y de lo que llamamos “hacer lo que quiero”.

Nos creemos que las decisiones que tomamos en nuestra vida sin condicionamientos o presiones de manera directa por personas o circunstancias evidentes, las tomamos con absoluta libertad. Nos lo creemos, pero ¿es así?

Podemos  pensar que tenemos libertar en elegir a una persona con la que compartir la vida, en elegir un coche u otro, un libro u otro, ver un documental en la tele o leer una novela de Corín Tellado, pero –siento la desilusión–, creo que no es así.

Y creo que no es así porque esas elecciones aparentemente voluntarias y con un perfecto ejercicio teórico de libertad también están condicionadas. La persona con la que nos sentimos más unidos viene condicionada no sólo por nuestros gustos físicos, sino por cosas tan incontrolables como hormonas, experiencias sentimentales anteriores, educación, forma de interpretar sus movimientos…

Elegir un coche u otro, amén del dinero disponible, también tiene que ver con lo que nosotros entendamos por estética, si anteponemos eso a la practicidad, e incluso por el estrato social y eso llamado “publicidad subliminal”.

Y ver un documental de física cuántica o leer una novela romántica depende del momento intelectual o sentimental que estemos pasando, de nuestro nivel cultural, de la hora del día, de lo que nos haya pasado en la jornada…

En resumen, cosas que en principio parecen absolutamente voluntarias están condicionadas por muchos factores que no controlamos. Entonces ¿somos de verdad libres? ¿Acaso deberíamos redefinir el concepto de libertad?

Y lo que es más importante ¿qué narices tiene que ver esto de la libertad o los condicionamientos inconscientes con durar más o menos para poder hacer lo que queramos?

Pues eso, primero deberemos ser conscientes de qué es lo que queremos y de si lo que queremos en realidad lo queremos o se nos impone desde alguna sombra anidada en nosotros mismos.

Quizá la libertad consiste en conocer todos esos factores y saber si tenemos que enfrentarlos o fluir en su corriente. Quizá esa sea la única y verdadera manera de ser libres y, bueno, no hacer lo que queremos,  sino hacer lo que tenemos que hacer.

Entonces no nos importaría durar o no más o menos tiempo; nos importaría la intensidad de lo hecho. Podríamos llegar a la conclusión de que hay personas que tiran por la borda una oportunidad de vida de cien años y otras que aprovechan cada día. Y a lo mejor, incluso llegábamos a la conclusión de que quien se aprovecha constantemente de los demás en realidad está mucho más condicionado que libre, porque no puede sentirse satisfecho si no se deja caer en esos condicionamientos. Y la verdad es que eso no le debe dejar muy satisfecho.

En fin, que si el cambio no se produce desde dentro, desde entendernos un poco más, seguiremos pensando que los malos duran y nosotros no y que eso, además, es una injusticia (hacia nosotros, claro).

Y pasarse la vida pensando que somos buenos y tratados injustamente, es tirar por la borda el tiempo que se nos presta.

Allá cada cual.

miércoles, 15 de octubre de 2014

EEUU Vs España Vs Ébola


En estos últimos días vengo observando las comparaciones, en el asunto del ébola, con Estados Unidos. Comparaciones para insistir en lo mal que lo estamos haciendo nosotros. No deja de resultarme curioso que mucha gente de la que sigo en redes sociales y personas de mi entorno, ideologías a parte (aunque si, de mayoría zurda), resalte que en tierras americanas se ha respondido en hora y media a la alerta generada por el contagio y, gracias a Dios, no se ha matado ningún perro. Bien, es que estamos hablando de que lo que han hecho es lo que hay que hacer, como hay que hacerlo y hecho desde el sentido común. ¿Hasta qué punto hemos llegado que alabamos que simplemente se haga lo que se tiene que hacer? ¿Tanto nos hemos acostumbrado al despotismo, a la cara dura y al mal hacer de nuestros dirigentes que cuando vemos que en otro país se hacen las cosas correctamente nos parece algo extraordinario? Es muy triste esto…


Por otro lado, la misma gente que ahora alaba la gestión en este asunto de los estadounidenses son los mismos que llevan clamando al cielo por las barbaridades cometidas por éstos durante gran parte de la historia. Sin embargo ahora salen llamando “heroic person” a la enfermera y deciden no sacrificar a su perro, con lo que les gustan a ellos esas actuaciones cinematográficas de cara a la galería, y son poco menos que el ejemplo del buen hacer. Y todo porque, en comparación, nosotros quedamos en ridículo. Señores, no hace falta destacar lo normal para evidenciar lo extraordinario. Y lo extraordinario aquí no es que Estados Unidos haya actuado correctamente, o lo que suponemos que es correctamente, si no la penosa gestión del gobierno español. Y por desgracia esto también está dejando de ser extraordinario. No hay que justificar la crítica a lo que está mal hecho con el ejemplo de los que han hecho lo correcto. Lo que se ha hecho en España es una barbaridad, independientemente de lo que haya ocurrido en Estados Unidos, Madagascar o la Guyana Francesa.


Cuando a principios de año estalló el primer pico de ébola, Médicos Sin Fronteras avisó de que había riesgos de epidemia, de que era posible que se propagase a más países y que había que tratar el tema con suma delicadeza. Mientras tanto aquí nos dedicábamos a desmantelar el Hospital Carlos III, un hospital que era referencia en lo que a enfermedades infecto contagiosas se refiere y que acabó siendo un centro para pacientes de media y larga estancia. Primer error.

El segundo llega con la repatriación del misionero español. Una decisión claramente electoralista, dado que buena parte del electorado del actual gobierno es afín al catolicismo. ¿Se habría repatriado a un ciudadano “normal y corriente”? Seguramente no tengamos nunca respuesta a esto, pero las evidencias son claras. Pero a lo que íbamos, con esta decisión, a mi juicio electoralista, lo que conseguimos es traer un virus, con un altísimo porcentaje de mortalidad entre los que lo sufren, a España. Sin ningún tipo de preparación, sin organización y sin criterio alguno. ¿No habría sido mejor, y más sensato, llevar allí todo lo necesario y ya de paso ayudar a los autóctonos que están muriendo a millares? Claro que no, lo que pase en África, mientras a nosotros no nos toque, no es de nuestra incumbencia. Pobrecitos, si, pero lejos…

Y pasó lo que tenía que pasar. Que una de las auxiliares (muy importante esta palabra para recalcar su falta de conocimientos) de enfermería se contagia. ¿Realmente alguien creía que,
por mucho que insistiese el gobierno en que todo estaba bajo control y que todos los protocolos se estaban siguiendo a rajatabla, no iba a pasar nada? Era cuestión de tiempo, y solo con ver a ese hombre bajando a pecho descubierto del avión en el que transportaban al misionero o los trajes de seguridad remendados con cinta aislante, la radiografía de este esperpento está clara. Y todavía tendremos que dar gracias por que no se den más casos. Al gobierno, claro, por su eficacia a la hora de manejar todo esto.

¿Y ahora? Pues resumiendo, tenemos la tan cacareada Marca España: a la misma ministra incompetente que se resiste a dimitir, a un gobierno que no la cesa de su cargo y que pretende cargar las culpas a la auxiliar y, seguramente, a laboratorios y farmacéuticas en connivencia con éste frotándose las manos ante la perspectiva de hacer caja. Eso por no hablar de la falta de información y la desinformación vertida por los medios afines al partido gobernante, el asesinato de un perro sin ni siquiera plantearse cualquier otra opción que esa o las constantes denuncias de los profesionales sanitarios en cuanto a los fallos en los protocolos que se están dando por la falta de infraestructuras, material e información. Todo muy bonito y muy bien pensado, sí señor.

Al final una cosa está clara, Estados Unidos ha hecho lo correcto, lo que hay que hacer en estos casos, pero claro, al lado de nuestro esperpento vemos poco menos que a Dustin Hoffman en Estallido intentando salvar a la población. Mientras, el gran ganador de todo esto sigue siendo el ébola, que continúa llevándose por delante a millares de personas en África sin que desde ningún gobierno de occidente se mueva un dedo. Eso si, para repatriar al misionero ponemos todos los medios posibles. Una hipocresía que parece no sonrojar a nadie y que al final acaban pagando los de siempre.

jueves, 2 de octubre de 2014

Carta desde el futuro




Año 3043. La vida en el planeta Tierra ha cambiado radicalmente. La ciencia, la tecnología, la economía, todo ha evolucionado (o involucionado) de una manera tal, que ahora sería imposible que un humano que habitó el planeta allá por el 2014, por poner una fecha al azar, pudiera entender cómo se maneja el ser humano en sociedad.

Claro que, pensándolo bien, esto ya ocurría en 2014. Y en 2013, 2012, 2011… etc.

Sin embargo, hay una cosa que ha logrado mantenerse con el paso de los años. Bueno, en realidad son dos. Cosas que, cual cucarachas tras una catástrofe nuclear, han logrado sobrevivir por encima de todas las leyes evolutivas, desafiando a la ciencia y a la propia madre naturaleza. Esta son: “Gran Hermano” y Mercedes Milá.

Así comienza precisamente nuestra historia, cuando Mercedes, tras sacarse una de sus tetas de viscoelástica, partiéndose el ojete por tan ingenioso proceder,  se dirige a cámara para presentar la gran final de la edición MMMXLIII (es que en el 3043 los números romanos se han puesto otra vez de moda, ¡son lo más!)

M.M   - Buenas noches mis queridísimos espectadores. Para que puedan centrarse en lo que tengo que contarles, permítanme primero devolver a su lugar esta obra maestra de la ingeniería (es decir, se guarda la teta)
Son muchas ya las ediciones que he tenido el gusto de presentar de este maravilloso experimento social  llamado Gran Hermano. Cada año ha sido más interesante. Desde mis últimas dos criogenizaciones he podido asistir a galas repletas de morbo, de traiciones, de bajezas morales de todo tipo, de concursantes al borde de la parálisis cerebral de los que nos hemos podido mofar sin pudor alguno… en fin, qué les voy a contar, televisión con mayúsculas.
Sin embargo, he de confesarles que nunca, jamás, en la extensísima historia de Gran Hermano, he tenido el placer de conocer a dos concursantes tan fantásticos como los que hoy llegan a la final del concurso.
Vamos a saludar ya a nuestros finalistas: ¡Mariano y Pedro!

El programa conecta entonces con la casa, situada en la Carrera de San Jerónimo. En el plano vemos a dos jovencitos que son sorprendidos por el directo sacándose mocos el uno al otro.


M.M –¡ Hoooola Queridos!
M – Holaaaa Mercedesssssssss, perdona que nos pilles así, es que no lo esperábamos.
P- Yo tampoco
M.M - No importa chicos, así el público puede conoceros un poco mejor. Dime Mariano, ¿Estás nervioso ante la posibilidad de ganar?
M – Puesss mire usted,  la verdad es que no. En mi familia tenemos una extraña tradición que hace que ganemos cosas casi sin enterarnos. Así que…. eeeeehhh…. como usted comprenderá…. Eeeehhhh…
M.M - ¡Qué labia tiene el jodio! Es que parece hasta normal. Bueno, ¿y tú Pedro? Te hemos visto muy activo estos últimos días, dándolo todo por ganar, y eso que tuviste tus más y tus menos con Mariano por tu supuesta relación con Pablo, el concursante que salió la semana pasada.
P - Cierto Mercedes, ha sido muy duro. Es verdad que hubo un tiempo en el que me sentí muy atraído por Pablo, pero, como le dije a Mariano, eso ya acabó. Pablo no aceptó mi propuesta para hacer edredoning,  y eso para mí es una ofensa imperdonable… por eso decidí ir a buscar la cama de Mariano, y tengo que confesarte que hemos encajado muy bien, literalmente.
M.M – Ya, ya, ya… todo eso está muy bien, el buen rollito, el happy happy… pero esto es un concurso y solo puede ganar uno, ¿lo sabéis, no?
 M – Sí Mercedes, pero como dice mi querido Pedro, gane quien gane…. de una forma u otra…. estooooo…. hará ganar también al otro.
P - ¡Qué bonito lo que has dicho, amor! (dice Pedro mientras repasa con su lengua la comisura de los labios de Mariano)
M.M – Uy, uy, uy… mucho amor veo yo aquí. ¿Me equivocó o esto puede acabar en boda?
P – No sé, no sé… no anticipemos acontecimientos. Vamos a ver qué tal se nos da la convivencia y luego ya veremos…
M.M – Entonces, y te pregunto a ti Mariano, ¿lo de Pablo ya está superado?, porque se te veía un poco celoso ante esa posibilidad de relación…
M – Si te digo la verdad Mercedes, yo nunca vi que Pedro pudiera llegar a nada con Pablo. No son compatibles. Pedro, aunque vaya de modernillo y de guaperas, es en el fondo un tradicional como yo. No es de los que le gusta salir a la calle a molestar y a dar berridos como a algunos jovenzuelos… él es más de sofá y mantita, como yo.
P  - …Y de almohadita, je, je
J.J - ¿mordida?
M.M – ¡¡Jorge Javier!! ¡¡ no me seas cabrón y no quieras colarte también en mi programa… que ya tienes media parrilla para ti, coño!!
J.J – Vaaaaleeee, Mercedes no te pongas así, que yo solo quería aprovechar para saludar a Pedro, que es amigo mío. ¡Oye guapo, llámame!!
M.M – Que sí, que sí… venga, lárgate de mi plató que tengo que anunciar el ganador. … Mariano, Pedro, ¿Estáis preparados?

Mariano y Pedro se cogen de la mano para escuchar el veredicto.

M.M – Señores, Señoras, seres Biónicos variados…. Llegó el momento que estaban esperando. Tras mucho dilucidar, el jurado de Gran Hermano ha decidido…… (Sí, las pausas de tensión se siguen utilizando en el 3043)…………que………..el ganador de esta edición………………………………………..seaaaaa………………


De pronto todo cesó. La Tierra explotó en millones de pedacitos. Una civilización extraterrestre decidió fulminar nuestro planeta tras observarnos durante más de 4000 años y constatar que la humanidad había entrado en un bucle de estupidez del que no era capaz de salir.



De aquel suceso solo se salvó un grupo de astronautas que había partido unos días antes para reparar un satélite (entre los que se encuentra el que les escribe) y, milagrosamente, Mercedes Milá, que salió despedida de la Tierra tras la explosión, logrando sobrevivir gracias a la protección de sus artificiales glándulas mamarias.
Las últimas noticias que hemos obtenido en el rastreador espacial de la nave nos indican que Mercedes viaja en dirección a Marte. Parece ser que, tras conocer la noticia, los Marcianos comienzan a huir despavoridos del planeta. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

ÉBOLA Y EGOISMO



Estaba pensando en la tormenta mediática que hay actualmente con respecto a los casos de ébola que traspasan las fronteras de los países en los que habitualmente se producían.

No pretendo escribir un artículo sobre actualidad, mi intención es que esto se pueda leer dentro de unos años y continúe vigente, pero me ha servido para darme cuenta de un par de cosas.

El virus de ébola lleva cerca de cuarenta años (hasta donde se tiene constancia) afectando a la población de Sierra Leona, Liberia, Ghana y algún que otro país africano. De todos y por todos era sabido que se trataba de un microorganismo especialmente virulento y que además, dadas las condiciones de higiene y nutrición de esos países, se encontraba con un caldo de cultivo maravilloso para transmitirse con facilidad.

Todos los países que no pertenecen a África conocían la existencia del bichito (bueno, algunos no consideran “bichitos” a los virus porque no tienen capacidad reproductiva… como las mulas, pero eso es otro tema). El caso es que nadie escapaba a su conocimiento. La industria del cine nos expuso en varias películas una catastrófica posibilidad si el ébola traspasaba las fronteras. Afortunadamente, los heroicos miembros de la CDC (Centro de Control de Enfermedades), del Pentágono, los Marines y algún otro sabio, a pesar de la cabezonería de algún que otro alcalde, lograban detener el brote y evitar que la infección acabara con la humanidad antes que acabara la película.

Y nosotros veíamos la peli y luego nos quedábamos tranquilos, porque eso sólo les pasa a los pobres negritos. Sí, pobrecitos, ¡qué se le va a hacer! Si hubieran nacido en Nueva York o en Madrid no tendrían esas preocupaciones, pero se equivocaron al elegir tierra y color. Nosotros a lo nuestro.

Pero la Naturaleza, independientemente de que la creación y transmisión del bichito haya podido contar con cierta ayuda humana, nos está mostrando algo que seguimos sin querer ver.

Para explicarlo mejor, también me voy a remitir al momento actual de la sociedad, en este caso de la española (para que veamos que a veces la sociedad sirve para algo).

Todos los días vemos que hay personas a nuestro alrededor que son injustamente expulsados de sus casas, que los echan de su trabajo, que les bajan el sueldo… y ¿qué hacemos nosotros? Habitualmente no mucho. 

Seguimos con nuestra vida sin pensar mucho en ello. Mientras no nos toque a nosotros, no hay problema. Eso le ha pasado a otro y punto. No me afecta salvo que me pase a mí.

Y nos quedamos tan intranquilamente tranquilos, porque sabemos que en realidad las cosas no funcionan de esa manera. Como especie que se ha asentado en un mismo planeta y como sociedades con un funcionamiento cada vez más global, deberíamos ser conscientes de que lo que le pase al de al lado me afecta a mí. No puede estar mal la persona que tengo a dos metros sin que yo esté también mal y viceversa.

Si esos a los que llamamos “los demás” pierden su trabajo el dinero lo van a manejar de manera distinta (si es que les queda dinero que manejar, claro) y ello va a repercutir, como está sucediendo, en la economía de manera que también afecta a quien tiene trabajo. El consumo es distinto, se mueven diferentes productos y de diferentes calidades y los precios suben o bajan dependiendo de factores que antes no estaban activos.

Con el ébola ha pasado lo mismo. Cuando África era una fábrica de diamantes o de cualquier producto de la Naturaleza que los blancos necesitábamos para esta maravillosa sociedad que nos hemos montado, íbamos allí, explotábamos a los nativos, se les mantenía malnutridos para reducir gastos y si caían en batalla… mala suerte, un negrito menos.

Pero todo eso fue creando una bola de nieve (o de arena en este caso dada la localización) y se creó un terreno maravilloso para todo tipo de proliferaciones víricas y bacterianas. Mala alimentación, desnutrición, falta de tratamientos de salud, pruebas de medicamentos, falta de ayudas para la supervivencia más básica (recuerdo que había sitios en los que no tenían agua y que sin embargo decían que llegaba “la chispa de la vida”).

Y pensábamos lo mismo que pensamos ahora con el desahucio del vecino, que como a mí no me ha tocado, ni me afecta ni me entero.

Pues no. Pues claro que nos afecta. A la vista está. A nivel social, económico y de salud.

¿Alguien ha estado junto a una persona que se ríe y no ha sido contagiado por su risa? ¿alguien ha estado junto a una persona que llora y no ha tenido que sujetar sus propias lágrimas? ¿alguien ha estado al lado de una persona triste y no ha notado ese nudo en el corazón? ¿alguien piensa que estamos hechos de diferente materia, que funcionamos distinto o que no tenemos más conexiones que nuestra piel?

Desgraciadamente sí. Mucha gente piensa así. Mucha gente sigue pensando que su sombrero y sus zapatos son sus límites y que todo aquello que está más allá de su pellejo no tiene que ver con él. Mucha gente sigue creyendo que existe realmente el concepto de “otro”.

Y quizá ahora, cuando tenemos más cerca (me refiero en la pantalla de la televisión y en nuestro territorio nacional) los casos de enfermos que antes estaban poco menos que en otro planeta, podríamos replantearnos la lección que nos llevan dando esas personas que han nacido en esos países. En lugar de verlos con pena quizá deberíamos verlos con un respeto que nunca les hemos tenido, porque su vida y su muerte nos está avisando de que no estamos desconectados, de que lo que le pase al pobre negrito del África tropical me afecta a mí, te afecta a ti. 

Obviamente es necesario buscar algún tratamiento médico, pero deberíamos también llevar adelante un tratamiento de respeto. Porque nos están enseñando mucho más de lo que, visto lo visto, somos capaces de entender.


jueves, 25 de septiembre de 2014

Cuerpo Musical



Hace poco estaba hablando con una amiga actriz, cantante y bailarina, sobre la estructura de la música y las canciones. Le decía que su estructura me recordaba al propio ser humano.

Nosotros tenemos una parte más visceral, una parte de nuestra anatomía en la que se llevan a cabo los procesos más primarios para la vida: la zona abdominal. En cierto modo se podría decir que es la base del resto de procesos del organismo. Si no hay una buena base visceral el resto de funciones se ven alteradas. Sin una buena alimentación y una buena digestión, el combustible que utiliza el cuerpo no es el adecuado y se resiente todo el funcionamiento. De la misma manera, un buen proceso digestivo es el responsable de que dicho combustible esté más o menos cargado de toxinas, y si éstas llegan al cerebro los procesos mentales no se pueden llevar a cabo con la fluidez necesaria.

Algo similar ocurre con los procesos sexuales. El instinto sexual cuando no está debidamente equilibrado puede alterar tanto el pensamiento como las emociones. Y lo mismo podríamos decir de nuestra unión con la tierra; todos sabemos que una territorialidad desequilibrada nos puede llevar incluso a guerras.

De esta manera, comentábamos que en una canción también hay una parte principal que se puede tomar como la base, que serían los tonos bajos, lo que en la música actual llevaría a efecto el bajo eléctrico y en la clásica los violonchelos y contrabajos. Sería en cierto modo como los cimientos en los que se sustenta el edificio musical. Una parte más continua, que se repite con un ritmo determinado pero que va dando una balsa de variedad al tema musical. No tenemos más que poner una música con un poco de volumen y comprobar que esta parte nos “retumba” principalmente en el abdomen.

Luego estaría el acompañamiento y los coros. En este caso nos encontramos con una parte mucho más volátil. Se me antojaba que este segundo nivel está más relacionado con el tórax, con la zona pulmonar. Mucho más asociado al aire, menos “denso” y con tonos más altos que la base anterior, que serían tonos más bajos, más graves. También tendría repeticiones, pero serían mucho menos “cuadriculadas” que las de los bajos.

Y eso daría la pauta perfecta para la melodía principal, que si bien dependiendo de la voz del cantante, puede ser en tonos más o menos graves, en realidad siempre es la parte “más alta” de la canción. En este caso no tiene necesariamente que existir la repetición que se da en los casos anteriores, siendo además la parte que lleva la idea o la sensación principal. Sería más “mental”, lo podríamos relacionar con la zona de la cabeza, del cuello y si el autor es capaz de ello, puede llegar a despertarnos sensaciones que van más arriba de la propia cabeza.

Todo ello estaría regido por el ritmo de la canción, que en la música actual lo lleva la batería, pero que puede estar implícito en el tema. No es alto ni bajo, grave ni agudo… es algo general que si se desfasa acaba con todo el tema musical por completo. Es una cadencia que debe estar en todas y cada una de las partes de la canción. Quizá lo principal es el ritmo.

Comentábamos que nos resultaba curiosa la relación con lo que antiguas culturas asociaban a cada uno de los planos de consciencia. Los tonos bajos serían el plano de tierra, el acompañamiento musical sería el de aire y la melodía el de espacio. Dichos planos estaban también asociados a las partes del cuerpo anteriormente dichas y con funciones perfectamente asociables al propósito de cada “plano” de la canción.
De hecho, si nos ponemos de pie con un poco de tranquilidad y cantamos un tono grave, seremos capaces de notar que éste, a pesar de estar producido lógicamente, por la garganta, tiene una especial vibración en la zona abdominal. Al dar tonos medios, con los que se suele hacer el acompañamiento, la vibración la notaríamos más en la caja torácica, y la melodía casi no la notaríamos, pero si algo sentimos que “vibra” con ella, es la zona de cuello hacia arriba.

Más aún, encontramos información que asociaba el sonido de las vocales a lo que algunas filosofías y religiones orientales llaman chackras y también hicimos el experimento. Con un poco de tiempo, de tranquilidad y un mínimo de sensibilidad, comprobamos que efectivamente, cada vocal “resuena” en una parte del cuerpo distinta asociada a esos centros de comunicación entre planos.

Y evidentemente llega la pregunta de si es el ser humano quien ha elaborado un sistema de comunicación con él mismo y con su entorno como es la música, en base a su propia estructura, o si esos ritmos están en la propia naturaleza y nosotros los reflejamos de manera inconsciente siguiendo su dictado. No está muy claro si el hombre hace la música o la música hace al hombre.

En fin, que no creáis ni dejéis de creer lo que he expuesto. Pensadlo, sentidlo y experimentadlo. Quizá un tema musical bien elaborado tiene una estructura muy similar al cuerpo humano y por eso no podemos concebir el mundo sin la música, cada uno con sus gustos, con sus ritmos, con sus cadencias, con sus melodías… quizá somos instrumentos musicales llevando a cabo entre todos una inmensa sinfonía, y si alguien desafina, la sinfonía no suena bien. 

Quizá sería interesante saber cuál es el tema musical que estamos tocando.

Y con respecto a quién lo ha escrito… bueno, eso ya es otro cantar.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Receta de la Tortilla de Patata o Spanish Omellete según los franceses


Puede parecer que todo español debe saber hacer una tortilla de patata. De hecho, es tan habitual como que todo español deba saber torear. Así que, por si hay algún español que no sepa cómo cocinar tan suculento plato o por si hay algún extranjero al que se le quiera contagiar algo bueno que tenemos los españoles, ahí va la receta de este manjar, que debía estar en la lista de los alimentos preferidos por los dioses griegos junto al néctar (salvo por el detalle de que eran griegos, y de tortillas de patata no tenían ni idea).


Ingredientes: 
                                                              
-          Patatas (fundamentales, se nota en el nombre de la receta). Normalmente uso cuatro o cinco patatas medianas tirando a grandes porque soy así de chulo.
-          Huevos (también fundamentales en muchos momentos de la vida, pero en este caso nos ceñiremos a su vertiente culinaria). Seis huevos medianos suelen ser suficientes, pero como lo de “medianos” no lo solemos tener muy claro, conviene tener algún otro en la reserva (vamos, como en la vida misma).
-          Una o dos cebollas grandecitas.
-          Aceite (me gusta el virgen extra, pero en eso, cada cual que asuma su responsabilidad).
-          Sal (utilizo la marina, como los yanquis cuando quieren conquistar un nuevo territorio).
-          Papel de cocina o pañuelo para secar las lágrimas que nos va a producir el proceso de cortar la cebolla.
-          Sartén en la que no se peguen las cosas (teflón, cerámica, etc.) Se puede usar una normal, pero el esfuerzo nunca va a ser recompensado y sin embargo, si el resultado es malo, sí será criticado. Sufrimientos los mínimos.
-          Cuchara de madera para remover el mejunje que vamos a hacer.
-          Espumadera para sacar las patatas y la cebolla si bien reconozco que nunca he entendido el motivo de que se llame “espumadera” a algo que no hace espuma.
-          Mesa, encimera o similar para poner las cosas, y cocina. Casi más fundamentales que todo lo anterior salvo que queramos comer un mejunje crudo en el suelo.


Cinco y Acción

Se cortan las patatas (también es harto recomendable pelarlas antes, como en la mili) en trocitos pequeños o “dados”. Se van poniendo en un plato con cuidado y cariño.

Se corta la cebolla en trocitos pequeños. Se va poniendo en otro plato o en el mismo si caben, entre lágrimas, moqueo y estornudos (de ahí lo del papel o pañuelo antes mencionado).

Se calienta abundante aceite (al igual que en los Autos de Fe de la Edad Media) y antes de que éste comience a humear cual locomotora, se depositan cuidadosamente las cebollas y las patatas.  Lo de “cuidadosamente” es porque si el aceite salta, tiene la mala costumbre de quemar, y en ese caso a los ingredientes anteriormente mencionados habría que añadir un botiquín casero.

Se añade un poco de sal al gusto y se remueve constantemente (como los políticos los fallos del contrario) con la intención de que no se peguen (en este caso al revés que los políticos).

Cuando veamos que las patatas están adquiriendo un color amarillo tostadito y las cebollas hayan perdido su tersura y sean una cosa blanda y fláccida (me niego a hacer chistes a este respecto), cogemos hábilmente la espumadera y ponemos todo ese producto en un colador, que no he enumerado en los ingredientes, pero lo podemos añadirlo ahora, que para eso estamos en la cocina y no nos pilla tan lejos. Entonces colocamos el resultado sobre una pequeña olla o recipiente para que vaya soltando el aceite sobrante (ahora iba a hacer un chiste de LocoMía, pero no me acuerdo).

Batimos con vigor, alegría y alguna lágrima restante (es conveniente que ésta no caiga en el preparado) los huevos… los de la gallina.

Vaciamos el recipiente del aceite sobrante y mezclamos las patatas-cebollas y los huevos.

Nota del autor: atentos, reciclar es vivir, así que nada de tirar el mencionado aceite sobrante  al fregadero, cada cual que busque un método de almacenamiento para no cargarse el planeta a la tercera tortilla.

El resultado debe ser algo jugoso. No es que las patatas y las cebollas naden en los huevos a modo de “Liberad a Willy”, pero lo importante es que no parezca que vamos a hacer un pegamento en vez de una comida.

Se calienta un poco de aceite en una sartén antiadherente (si es de teflón mejor que no esté rallada, que es tóxico, lo dicen los señores calvos con gafas y bata blanca que han estudiado).

Se vierte el producto en la sartén y comienza la parte más  difícil a la par que artística de todo este tinglado.

Se van separando los bordes de la proto-tortilla de los bordes de la sartén con la cuchara de madera (hay quien usa un tenedor… allá cada cual). De vez en cuando movemos salerosamente la sartén para evitar que la base de la futura tortilla se quede pegada a la sartén y nos fastidie el invento.

Cuando veamos que los bordes tortilliles están cuajados y la parte central empieza a solidificar también (esto va en gustos, haya quienes les gusta más hecha y a otros menos), usamos nuestra habilidad manual para poner un plato sobre la sartén y dar la vuelta a la tortilla (tómese esta frase de forma literal, no metafórica). Si comprobamos que ha quedado cuajadita por ese lado, depositamos con amor y cariño la tortilla del lado crudo.

En caso de que no haya quedado suficientemente hecha, no hay ley (todavía, nunca se sabe) que prohíba ponerla un poco más.

Con la semitortilla haciéndose por el segundo lado, se sigue el mismo proceso que cuando hicimos el primero. Se permite la comprobación de su estado con la maravillosa idea, nunca bien ponderada, del plato que facilita dar la vuelta  a la tortilla.

Una vez hemos comprobado que ha quedado hecha por ambos lados y que no se desparrama como si fuera una fabada, la colocamos suavemente sobre un nuevo plato intentando que quede en el centro de éste. No es fundamental tal licencia decorativa, pero queda mejor la tortilla en el centro del plato que en un lado emulando al cuadro de los relojes blandorros de Dalí, que dan muy mal rollo.

Se recomienda acompañar con un poco de pan y una cervecita.

Manjar de dioses… estos seguidores griegos de Zeus no tenían ni idea… por eso desaparecieron.